01/09/2025
En el México actual, hacer política de forma correcta, sin emoción, es ser aburrido. Y lo aburrido no cambia gobiernos, ni suma mayorías.
Hagamos una analogía. Imaginemos que en nuestro México hay una novia, y esa novia es el propio país. Y como toda novia, tiene varios pretendientes. Su actual novio, Morena, le prometió ser distinto: fiel, trabajador, honesto, que la pondría en primer lugar. Pero con el paso de los años, la novia ha descubierto datos y señales que le confirman lo contrario: viajes de lujo, pleitos internos, privilegios disfrazados de austeridad. Y empieza a dudar.
La novia tiene pretendientes:
- El PAN, el correcto, cumplido, pero demasiado aburrido y formal.
- Movimiento Ciudadano, el creativo, fresco, pero a veces superficial y ensimismado.
- El PRI, el viejo conocido que ya la decepcionó varias veces, pero que aún hace algún gesto o chiste que arranca simpatías.
¿Con quién crees que se quedará la novia México en 2027 cuando tenga que elegir?
Seguramente pensarás que puede seguir con su actual novio, o darle una oportunidad a otro. Pero la verdad es otra: la novia se quedará con quien logre emocionarla, darle certeza y demostrarle que es mejor que los demás.
Lo que enseña la historia
La política mexicana lo demuestra:
- Fox no solo ganó porque prometió sacar al PRI. Primero construyó un personaje fuerte, bravo, con botas y cinturón, que transmitía certeza de que podía derrotar al régimen. Emocionó con su figura y luego construyó esperanza.
- Felipe Calderón hizo que el país lo mirara cuando, contra todos los pronósticos, ganó la interna enfrentando a la línea presidencial. Esa victoria generó emoción y expectativa, pero se diluyó cuando arrancó con una campaña correcta pero gris, lo que inevitablemente lo hizo caer en las encuestas. Sin embargo, tuvo la valentía de reaccionar y la decisión de cambiar su estrategia: pasó a una campaña vibrante y emotiva que lo llevó a remontar heroicamente en las encuestas y, finalmente, al triunfo presidencial.
- Andrés Manuel López Obrador no convenció con sus propuestas —muchas descabelladas—, sino con la emoción que despertaba en sus seguidores. Mientras Ricardo Anaya aparecía como el más preparado, pero nunca emocionó. Era el técnico frío que quizá habría sido buen presidente, pero que no inspiraba ni a su propio equipo.
El fundamento: la idiosincrasia mexicana
No lo digo yo, lo dicen los datos recientes. Según Parametría (2023), más del 65% de los mexicanos define su voto a partir de emociones como enojo, esperanza o miedo, y no de un análisis racional de propuestas. El INE (2021) documentó que la principal motivación del voto en 2018 fue el hartazgo con la corrupción (38%) frente a las “propuestas concretas” (16%). Y Latinobarómetro 2023 confirma que solo el 15% de los mexicanos confía en los partidos políticos, mientras que más del 60% dice necesitar líderes que inspiren y los entusiasmen.
El mejor ejemplo está en lo que vimos hace unos días en el Senado: la trifulca entre Gerardo Fernández Noroña y Alejandro Moreno “Alito”. Más allá de la vergüenza institucional, la reacción ciudadana fue clara: se aplaudió el golpe al “bronco” de Morena y, paradójicamente, Alito ganó un inesperado “bonus” de percepción. ¿Por qué? Porque Noroña es uno de los personajes más detestados en el imaginario popular, terminó convertido en el personaje con más negativos de los políticos actuales.
Esto tiene raíces culturales: el mexicano disfruta “fregarse al poderoso”, reírse de la autoridad y encontrar justicia simbólica en la derrota del que mintió. La sátira, la picardía y la emoción son parte de nuestra identidad política. Por eso las elecciones decisivas de nuestra historia —2000 y 2018— fueron más emocionales que racionales: el hartazgo, la esperanza y la ilusión de cambio fueron la chispa que derrumbó gobiernos y construyó mayorías.
La oportunidad de hoy
A tan solo 22 meses de la elección federal, la oposición debe decidir si quiere ser el pretendiente correcto pero aburrido… o el que emocione y enamore. Y ojo: esto no significa dejar de hacer lo correcto. La ciudadanía exige rectitud y decencia. Pero en la política mexicana, además de ser correcto, hay que lograr que esa corrección se transforme en emoción, en esperanza, en orgullo.
Lo que está en juego no es solo el 2027: es el rumbo del país hacia 2030. Si Morena recupera credibilidad, la oposición habrá perdido la última gran oportunidad de ser alternativa. La lección es clara: en México no gana el más correcto, gana el que emociona. Y afortunadamente ya hay personajes como Alessandra Rojo de la Vega, Lilí Téllez que lo tienen claro y empiezan a emocionar a los mexicanos. Otro personaje que no es parte de la oposición pero que también está en ese camino es Ricardo Salinas “el tío Richie”.
Porque al final se trata que como en el amor, la novia México se quedará con quien logre hacerla sentir.
Soy Daniel Vázquez consultor. Ayudo a los políticos a ayudar a la gente.
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